El caso es que me suena

El caso es que me suena

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Día internacional del Alzheimer 21 septiembre 2022

«Emilia solía llevarse bien con sus compañeros de la residencia donde vivía, desde que aproximadamente tres años atrás, sus familiares decidiesen llevarla allí tras “perder la cabeza”. En honor a la verdad, no es que se llevase ni bien, ni mal con el resto de personas…simplemente no se llevaba, porque Emilia no interactuaba prácticamente con nadie. No recordaba nada, ni a nadie.

A veces aparecía un hombre de barba poblada y grandes manos, que la abrazaba y le llamaba “mamá”, pero Emilia pensaba: —Me llama “mamá”, pero no le conozco de nada, aunque…el caso es que me suena.

Por pudor no se atrevía a decirle a ese señor tan amable, que no le conocía de nada, prefería no sacarle de su error, en realidad por un cierto y liviano egoísmo ya que, aunque para ella era un perfecto desconocido, los abrazos y el cariño que aquel barbudo le daba, la hacían sentirse muy bien.

Se olvidó de comer, de reír y hasta de vestirse, pero nada le resultaba nuevo, porque siempre pensaba: —El caso es que me suena.

Lo que sí recordaba con extraordinaria nitidez, aún después de más de sesenta años, era el día de su boda o su primera cita con Antonio, a escondidas, junto al manantial de La Vieja. Aquellos años de la infancia y adolescencia en el pueblo es lo que nunca olvidará. A partir de ahí todo se torna borroso, cruelmente inexistente, todo se ha convertido en un páramo donde no aflora ningún recuerdo que le permita a Emilia tirar de él y conseguir recordar los rostros de sus hijos (si es que algún día los tuvo), la dirección de su casa o su segundo apellido.

Todo el mundo se porta muy bien con ella, aunque a veces preferiría que dejasen de preguntarle todos los días, si recuerda tal o cual cosa.

Si en algún momento encontrase en su cabeza las palabras necesarias, a Emilia le gustaría decirles a todos: —No dejéis de abrazarme y quererme, porque, aunque no recuerdo casi nada…el caso es que me suena.»

                                           

                                                                                     Carlos de la Fuente y Pérez-Villamil

Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. Juan Carlos Jiménez

    Un tema que me toca muy de cerca por mi padre y que este relato a plasmado con increíble realismo, sentimiento, delicadeza y ternura el cual me ha hecho saltar las lágrimas..sinceramente. Algo que los psicólogos nos dijeron y aún ya sabiéndolo, nunca dejemos de tratarles sentimentalmente cómo antes, porque aunque él no recuerde, nosotros si, sabemos que es padre, esposo y abuelo, y no está vacío, su persona está perdida en esa bruma espesa que le ha invadido, pero sigue dentro y así en sus ojos, su mirada reflejan ese amor que nos dio y ahora desea que no le dejes sin tu cariño, paciencia que se merece.

  2. Ascensión Rubio

    Muy emocionante y un poco triste a la vez… Me ha encantado

  3. Sara Rodríguez García

    Sin duda, como mínimo, estas palabras invitan a la reflexión…la reflexión sobre lo que sienten estas personas, sobre lo que podemos aportar para ayudarles y sobre la posibilidad de vivirlo en primera persona. Un texto muy cercano. Me encanta. Gracias Carlos.

  4. José Marino Novoa Ramos

    Gracias Carlos. Desgarrador por lo actual y profundo.

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